Gitanos, una tribu que se mantiene viva
Tomado de: www.vanguardia.com
COLPRENSA. 06/02/2007. Marcela sólo tiene 15 años, pero desde hace ocho días está “felizmente” casada. Su compañero sentimental es Martín, él tiene 19 y es la persona que la acompañará por el resto de su vida. A pesar de ser tan jóvenes, decidieron unirse y comprometerse para siempre. Algo poco común en estos tiempos.
En definitiva es un matrimonio particular. Como ellos mismos lo aseguran, están unidos por un lazo inseparable, que no podrán deshacer jamás. Ella es digna de recibir la bendición divina y él de tenerla como esposa. Es pura y virginal, en su vida no ha existido otro hombre y por ello merece el respeto de todos.
Aunque sólo duraron tres meses de novios, deben asumir el compromiso familiar. No pueden estar por ahí, dando de qué hablar. Él debe brindarle un hogar y ella, por su parte, debe dedicarse a cuidarlo. Esta es su ley, su costumbre; es una tradición que no puede desaparecer totalmente, por más que la cultura y la modernidad intenten absorberla.
Marcela y Martín, son gitanos. Una tribu con historias, mitos y creencias que por cientos de años deambularon por el mundo, dejando huella de muchas de las costumbres que los caracterizaron o que aún los caracterizan, porque aunque ya no sean los mismos de antes, hay algo de sus raíces que permanece vivo en las nuevas generaciones.
Atrás quedó el nomadismo
En Cúcuta suman unos 800, de hecho es una de las comunidades o tribus más grandes que existe en el país. También los hay en Bogotá, Santander y Antioquia. Llegaron hace aproximadamente unos 20 ó 25 años a la ciudad en donde se instalaron, se acomodaron y se quedaron. La mayoría de ellos viene de generaciones procedentes de España y otros países europeos, que durante su habitual condición de nómadas terminaron por refugiarse en Colombia. Mera Gómez y Antonio Gómez, y no porque sean esposos, sino porque todos llevan el mismo apellido, fueron algunos de los que alcanzaron a recorrer el país, negociando y comerciando las artesanías y otros orfebres que diseñaban y trabajaban como era costumbre en su comunidad. Antonio recuerda que vendía caballos y que viajaba junto a toda su familia. En algunos pueblos podían durar días, a veces meses, todo dependía de los presagios de las abuelas sobre el lugar, o en su defecto de las condiciones económicas que se vislumbraran a su paso. Vivían en las tradicionales carpas que durante años los identificaron en cada rincón al que iban.
Cuando llegaron a Norte de Santander vieron que las oportunidades que les ofrecían eran buenas y por ello decidieron quedarse y buscar estabilidad completa. Antes de ello, alcanzaron a recorrer algunos pueblos como Durania, Toledo, Pamplona, entre otros, en donde se dieron a conocer y continuaron con sus prácticas mercantiles.
Pero fue después de 1990, que fueron dejando atrás aquellas milenarias costumbres y con ello, dieron el salto a la modernidad. El modo de vida y la misma situación del país los obligó a cambiar carpa por casa y así mismo, los populares inventos y aventuras de “Melquíades”, por un negocio rentable y productivo.
Tanta inseguridad y violencia que empezó a apoderarse del país, confinó a una cultura y a una costumbre viva, que aún no se resigna del todo a dejar a un lado quién es y de dónde viene.
Antonio tuvo que olvidarse de cargar con toda su familia de pueblo en pueblo y por el contrario, ahora son sólo los hombres los que se lanzan al momento incierto, pero ostentoso mundo del comercio. Mera, por su parte, debió someterse al cuidado y los quehaceres del hogar y de los hijos.
Hoy día, de vez en cuando, lee las cartas y no por necesidad sino porque, es una manera de conservar tradiciones generacionales que fueron cultivadas desde sus ancestros y que a pesar del tiempo, considera necesario mantener.
Sus condiciones cambiaron, ahora viven en cómodas casas, ya no van de pueblo en pueblo o de ciudad en ciudad. El trabajo del bronce y el metal se ha ido olvidando y remplazando por la ganadería, la talabartería y otras actividades económicas que les permiten al hombre, encargado del hogar, obtener el sustento diario.
Un híbrido cultural
Los “nuevos gitanos” reconocen que mantener la cultura y la tradición no ha sido fácil.
En realidad de la tribu que habita en Cúcuta, sólo unos 10 son “gitanos puros”. Esos que a pesar de haber llegado a otro país, a otras costumbres y otra cultura, sus raíces siempre serán las mismas. Su forma de vestir no cambia, tampoco su manera de hablar y de ninguna forma cambiará su actuar.
Otros han establecido relaciones con personas del común, lo que ha significado un imprescindible híbrido cultural.
De cualquier forma, las raíces del país se han adherido a las de ellos y por esta razón hoy no causa la misma impresión, ver a uno de ellos caminar por ahí o pasar por enfrente de cualquiera.
Antes, toda gitana debía portar su tradicional y lujoso vestido largo, que se acompañaba de las ya conocidas monedas, las cuales le daban el sello propio y característico.
Ahora, las casadas son las únicas que lo llevan a donde quiera que vayan, desde que se levantan hasta que se acuestan. Es una señal de respeto y benevolencia para con su esposo. Las solteras en cambio lo han dejado de lado un poco para ponerse al día con la moda del jean. Es por esto, que muchas de ellas pasan inadvertidas entre la multitud. El Jhomanes, su baile tradicional, se ha ido opacando entre tanto reggaetón, salsa y merengue.
Tal vez lo que no se olvide será el tan curioso lenguaje gitano. A pesar de que hablan el español, su propio idioma es el catalán, una lengua romance, con la que conversan entre sí, pero que no escriben. Es éste una de los pocos rasgos que aún conservan y por esto, prácticamente, todo el tiempo se escuchan hablar raro.
Pero, y porque son escasas las cosas que se conservan de tanta historia, los patriarcas de la tribu se entristecen al pensar que la modernidad y multiculturalidad ha ido acabando con lo que, bueno o malo, algún día fue el pueblo gitano.
Una boda gitana
El protocolo de la boda, la fiesta de compromiso, la preparación y la ceremonia en sí, tienen el toque que sólo una tribu gitana le puede dar. Para que una mujer se case debe ser virgen, es por esto que la mayoría de ellas lo hace a tan corta edad, porque el amor se da sólo una vez y es para toda la vida. La antesala al matrimonio es la pedida de la mano. Los padres del novio son quienes van a hacer el ofrecimiento en casa de la novia. Hacen una fiesta similar a la del matrimonio y obsequian un dinero o un regalo, por el compromiso. La unión marital la hace un pastor, quien los bendice y consuma el amor que se profesan, ante Dios. Al igual que en la iglesia católica, los compromete a amarse y entenderse por toda la vida, a compartir y a aprender a vivir en familia. Por otra parte, simbólicamente y como lo dictan las leyes gitanas, son los patriarcas o los más antiguos y sabios de la comunidad quienes se encargan de unirlos para la eternidad. De ello son testigos 20 padrinos que son los encargados de velar porque la familia se mantenga unida y por ello en caso de que se presente discordia entre la pareja, tienen la responsabilidad moral de buscar salidas y solución a la situación.
Girón, hogar de los ROM
Venecer Gómez Fuentes, abogado Rom e integrante de los 195 gitanos ubicados en Girón, explica que “el pueblo Rom es un sólo pueblo, por lo que no es posible hablar de varios pueblos. Más allá de que esté compuesto por subgrupos y vitsi (vitsa, en singular) o linajes o clanes, el pueblo Rom es un único pueblo y como tal debe ser asumido”.
En su informe Diagnóstico en Salud y características del Pueblo Rom, del año 2004, Venecer señala que en Girón existe la kumpania del barrio El Poblado. La comunidad Rom de Girón mantiene un promedio de cuatro nacimientos y tres defunciones por año. Las muertes corresponden en su totalidad a personas mayores de 60 años. La población económicamente activa se encuentra en el margen de los 14 a los 65 años dedicados al comercio informal, artesanías en cobre y compra y venta de caballos, actividades económicas tradicionales dentro del pueblo Rom. La kumpanìa Rom de Girón abandonó la costumbre de vivir en carpas hace mas de 25 años, por lo cual los jóvenes menores de 25 años no conocen esta tradición. Este cambio ha implicado un mejoramiento en las condiciones de la vivienda y el acceso a los servicios básicos, pero una desventaja en cuanto a la cohesión de la comunidad, pues para los Rom los muros distancian la diaria relación de las personas. También se presentan casos de hacinamiento.
En lengua de Gitanos
Talabartería: trabajo con correaje y objetos de cuero.
Jhomanes: tradicional danza gitana que se baila al son de una pandereta, donde mujeres y hombres demuestran sus habilidades artísticas en medio de una ronda.
Romanés o romaní shib: idioma de los Rom. Es noríndico y se encuentra emparentado con muchos idiomas hablados actualmente en la India.
Romly: Mujer Rom.
Kumpania: Es el conjunto de patrigrupos familiares pertenecientes ya sea a una misma vitsa (o
linaje), o a vitsi (plural de vitsa) diferentes que han establecido alianzas entre sí, principalmente, a través de intercambios matrimoniales.
Tomado de: www.vanguardia.com/2007/2/6/pri5.htm
Vanguardia Liberal. Bucaramanga. 6 de febrero de 2007.
jueves, 30 de abril de 2009
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He trabajado como Fotógrafo en Bodas Gitanas en Venezuela y son un derroche de glamour.
ResponderEliminarTienen costumbres que a nosotros nos parecen raras pero son antiquísimas, tradiciones con mas de 300 años